ESTUDIO BÍBLICO #185 – DOMINGO, 13 DE MARZO DE 2022
TEMA: EL MISTERIO DEL UNIVERSO EN VASO DE BARRO HOY
Dr. William Soto Santiago
Domingo, 10 de agosto de 1997
(Cuarta actividad)
Monterrey, Nuevo León, México
Escritura base: Apocalipsis 5:1-10
EL LIBRO MISTERIOSO Y SU TRAYECTORIA
Dr. William Soto Santiago
Domingo, 21 de marzo de 1982
(Segunda actividad)
Maturín, Monagas, Venezuela
El Cielo, ustedes saben que no es un lugar para llorar, el Cielo tampoco es un lugar para estar triste, no es un lugar para estarse lamentando; es un lugar para disfrutar de la felicidad, del gozo del Señor.
Pero Juan estando en el Cielo, y viendo al Dios Todopoderoso sentado en el Trono con el Libro en Su mano, no estaba contento, no estaba regocijado; estaba muy triste.
¿Pueden ustedes imaginarse una persona como el apóstol y profeta San Juan, que llegase al Cielo, en donde todo el mundo desea llegar; y que después, cuando llega allá y se encuentra ante la presencia de Dios, entonces se ponga a llorar cuando oye que un poderoso Ángel, un Ángel Fuerte, viene y dice: “Que se presente alguien para tomar el Libro y abrir sus Sellos”1?
¿Puede usted imaginarse a un hombre como Juan, que se ponga a llorar porque no aparece allí en el Cielo un hombre que abra ese Libro?
Es que Juan comprendía lo que significaba ese Libro y comprendía el significado de la apertura de ese Libro. Él comprendía que si ese Libro no era abierto, la Creación completa estaba perdida, la Creación completa tendría un triste final.
Juan lloraba mucho por eso; él no se consolaba. Solamente para Juan había un consuelo, y él no lo veía, nadie le decía algo que lo pudiese consolar.
Pero de momento se acercó, hacia Juan el discípulo amado, un anciano, y le dice algo que lo iba a consolar: le habla palabras de consuelo, le habla palabras que cambiarán la tristeza y el llanto de Juan en alegría y regocijo; le dice:
“Juan, no llores más. He aquí el León de la tribu de Judá, el cual ha prevalecido, el cual es digno. He aquí el León de la tribu de Judá. Juan, no llores más. He aquí el León de la tribu de Judá, la raíz de David, ha vencido para abrir el Libro y desatar sus Sellos”2.
(…) Juan suspiró profundamente: “¡Por fin llegó el Redentor!”.
¿Qué si no hubiera llegado? Si no hubiera llegado, entonces el llanto de Juan continuaría por todo el tiempo que él existiese; porque llanto y dolor sería para toda la humanidad.
Encontramos que Juan, seguidamente que lo ve, cambia esa actitud: cambia la actitud de tristeza y dolor, en una actitud de alegría y de regocijo; porque sabía lo que eso significaba, sabía que allí estaba el Señor para reclamar todo lo que Él redimió por Su Sangre.
Allí estaba el Redentor para reclamar el Título de Propiedad, el Libro misterioso, que nadie lo podía ni abrir, nadie lo podía tomar, ni aun podían mirarlo. Pero allí había uno: el Redentor, el León de la tribu de Judá, ¡que sí podía mirarlo, podía tomarlo, y podría abrir sus Sellos!
Llegó el que estaban esperando, llegó el Deseado3 de todos en el Cielo.
EL LIBRO QUE UN HOMBRE SE COMIÓ
Dr. William Soto Santiago
Domingo, 21 de marzo de 1982
Maturín, Monagas, Venezuela
Encontramos que cuando el Ángel Fuerte desciende, siendo el Señor en Su Segunda Venida, eso es nada menos que el cumplimiento de la promesa mesiánica entre los gentiles.
Pero ¿a quién le tocará dar a conocer esos grandes misterios que estaban escondidos en ese Libro? ¿A quién le tocará dar a conocer el misterio grande por el cual hubo silencio en el Cielo casi por media hora?
El Libro viene abierto; el Séptimo Sello fue abierto en el Cielo, pero no fue dado a conocer lo que había en ese Libro. Entonces, encontramos que ese Sello es abierto o es dado a conocer aquí en la Tierra. El que se come el Libro tendrá ese secreto por dentro, porque se ha comido el Libro que fue abierto en el Cielo; porque le fue traído aquí a la Tierra para que se lo comiese y pudiese hablar lo que tenía por dentro.
Él no hablará de sí mismo, él hablará lo que tiene por dentro; porque se lo comió. Y se lo comió cuando se comió el Librito que trajo el Ángel Fuerte abierto en Su mano.
Ahora, usted puede ver la trayectoria que ha tomado ese Libro misterioso que estaba en el Cielo: Primero lo encontramos en la mano del que estaba sentado en el Trono, en la mano del Dios Todopoderoso; luego, de ahí pasa a las manos del León de la tribu de Judá, que había sido el Cordero intercediendo por todos los escogidos en el Trono de Intercesión en el Cielo; luego ese Ángel Fuerte desciende del Cielo, que es el Señor en Su Segunda Venida, y viene con ese Libro abierto en Su mano porque lo abrió en el Cielo; y luego pasa ese Libro a la boca de un hombre.
Ahora, ustedes pueden ver que ese hombre oyó la Voz que le dijo: “Ve y toma el Libro de la mano del Ángel Fuerte, ve y dile que te lo entregue”. ¿Con qué autoridad le ha de pedir ese Libro? Es que él ha sido escogido para… no en el Cielo; no tomar el Libro en el Cielo, de la mano del que estaba sentado en el Trono, sino aquí en la Tierra tomar ese Libro de la mano del Ángel Fuerte que desciende del Cielo.
Y cuando lo tome en su mano, no se lo va a pasar a otra persona. Cuando lo tome en su mano, la Voz del Señor le dice: “Échatelo en la boca, cómetelo”. Ese es el lugar más seguro donde puede estar un Libro tan importante como ese.
Es que él tenía que comerse ese Libro porque él era un profeta. Y como era un profeta, entonces tenía que comerse ese Libro para luego poder hablar de acuerdo a lo que se había comido. Y “no solamente de pan vive el hombre, sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios”.
Ahí ustedes pueden ver a un hombre, a un profeta, comiéndose la Palabra de Dios, el Libro de Dios; y con eso alimenta su vientre. En la boca es dulce pero en el vientre le fue amargo.
Y luego le es dicho: “Es necesario que hicieses eso, porque es necesario que profetices otra vez”.
Ah, entonces, si hay que profetizar de nuevo…: “Es necesario que profetices otra vez”, entonces había profetizado antes.
¿Quién será ese hombre? Había profetizado ya en otras ocasiones, pero era necesario que profetizase otra vez, que profetizase una vez más; que recorriese nuevamente el camino profético una vez más.
¿Quién será ese hombre que ha profetizado en otras ocasiones y que tiene ese ministerio señalado para profetizar por última vez sobre la Tierra?
Ese es nada menos que Elías. Elías es ese profeta que tiene que comerse ese Libro, porque le toca profetizar otra vez y por última vez, en su quinto ministerio. Él no puede profetizar de sí mismo, él tiene que profetizar la Palabra de Dios.
Y ahí tenemos al profeta Elías comiéndose el Libro, siendo tipificado por Juan el discípulo amado cuando se estaba —en aquella visión— comiendo aquel Libro; Juan lo tipifico a él.
Ahora, tenemos nosotros que entender estas cosas, porque estas cosas son las que estarán aconteciendo en estos días finales.
(…) Y si el tiempo ha terminado cuando eso acontezca, ¿para dónde usted va a coger? ¿Hacia dónde va a coger si el tiempo ha terminado cuando ese Ángel Fuerte desciende del Cielo?
Hay un sitio. Si el tiempo se acaba, pues entonces usted corre para la eternidad. Si sale del tiempo, se mete a la eternidad.
Entonces para usted no es un motivo de miedo que el tiempo se acabe, porque cuando el tiempo se acaba, la eternidad está ahí para recibirle. La eternidad desciende a la Tierra para que entren a eternidad los hijos de la eternidad.
(…) Su Mensaje entonces, profético, será un Mensaje que no tendrá límites: se podrá traducir a todos los idiomas que sea posible, y se estará haciendo la voluntad de Dios; porque es para muchas lenguas.
Ese Mensaje será el último de los mensajes; después de ese Mensaje no viene otro mensaje; porque es el Mensaje más grande de todos los mensajes. Es el Mensaje que tenía que venir a lo último, porque el Señor deja el mejor vino para lo último.
Y así como el vino estimula, ese Mensaje, esa revelación divina que traerá ese profeta Elías, traerá un estímulo tan grande a aquellos que lo escuchen y lo reciban, que estarán tan regocijados, estarán tan felices y contentos, que estarán en el glorioso Jubileo que fue tipificado por Dios a través de la fiesta que le dio al pueblo de Israel para guardar, llamada el año de jubileo en el año cincuenta.
Impreso en Puerto Rico
1 Apocalipsis 5:2
2 Apocalipsis 5:5
3 Hageo 2:7